NOTICIAS RELACIONADAS
- Bajo el rito aimara, Morales se proclama líder de los indígenas latinoamericanos
- Bolivia prepara la investidura "aimara" de Evo Morales
- El conflicto colombiano será juzgado por crímenes de guerra
ENLACES PATROCINADOS
PUEBLOS INDÍGENAS EN PELIGRO
La dramática cuenta atrás de las tribus perdidas
En pleno siglo XXI, en el que el planeta entero está interconectado a través de la sociedad de la información y uno puede cruzar el globo en cuestión de horas, existen lugares remotos donde el ser humano aún vive aislado de sus semejantes. La muerte la semana pasada de la última mujer bo, uno de los pueblos indígenas más ancestrales de India, pone de manifiesto la vulnerabilidad e indefensión que sufren las tribus perdidas, un centenar de pequeñas comunidades cuya extinción supondría la desaparición irremediable de culturas y tradiciones milenarias.
El insaciable afán de la civilización moderna por expandir sus dominios hasta los rincones más apartados del planeta ha provocado que algunas tribus indígenas, con una historia y una cultura propias, se vean cada vez más arrinconadas en sus hábitats, en los que llevan viviendo en perfecta armonía con la naturaleza desde hace siglos.
El legado que se perdería si estas comunidades se extinguieran ha sido calificado por los expertos como uno de los mayores dramas de la actualidad. Hasta tal punto llega esta situación que, de continuar esta expansión sin control de la civilización, donde se calcula que se pierden dos dialectos indígenas a la semana, desaparecerían en los próximos años la mitad de las 6.000 lenguas que se hablan en nuestro planeta.
Survival International, una organización creada en 1969 y que defiende los derechos de los pueblos indígenas por todo el mundo, lleva más de cuatro décadas denunciando la situación de indefensión que sufren estas comunidades. "Es una lucha muy desigual, pero poco a poco se están cambiando las cosas", señala Laura de Luis, responsable de comunicación de Survival.
"Es muy triste que los intereses económicos prevalezcan sobre los derechos humanos. Existe un marco jurídico internacional, pero los gobiernos y las multinacionales, en cuanto hay dinero de por medio, se lo saltan", añade de Luis. Los derechos de los pueblos indígenas están recogidos en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas de 2007, un texto no vinculante, y en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo.
Además, de Luis denuncia que "muchos de los gobiernos que se erigen como grandes defensores de los derechos humanos, como Estados Unidos, Canadá o Australia, cometen graves violaciones de los convenios internacionales".
Estas tribus perdidas, que año tras año ven como su número de individuos decrece, se concentran, principalmente, en tres zonas del planeta: el Amazonas, las islas índicas y la isla de Nueva Guinea.
El pulmón del planeta
Uno de los ecosistemas en donde más pueblos están amenazados por esta expansión es la cuenca del Amazonas. Este gigantesco hábitat tropical, cuyas selvas, conocidas como el 'pulmón del planeta', ocupan una extensión de 6 millones de kilómetros cuadrados, alberga en sus profundidades comunidades enteras de indígenas que llevan viviendo de la misma manera siglos. Se calcula que aún existen alrededor de medio centenar de tribus indígenas no contactadas en la inmensidad amazónica.
El 29 de mayo de 2008, una expedición de laFundación Nacional Indígena del Brasil (Funai) localizó desde una avioneta una tribu aislada en medio de la selva. Las fotos, que dieron la vuelta al mundo, recogían a un grupo de indios que se mostraron hostiles con los investigadores hasta el punto de atacarles, poniendo de manifiesto que muchos de estos pueblos no tienen el más mínimo interés en ser contactados o localizados.
La Funai tiene como norma, desde la década de los 80, evitar todo tipo de encuentros con los indígenas amazónicos salvo en caso de hostilidades. Es en estos casos, que suelen ser provocados por madereros o los ganaderos locales con el objetivo de hostigar a las tribus perdidas, cuando las autoridades brasileñas actúan, aunque en la mayoría de los casos no hay sanciones o, si las hay, no llegan a ser muy efectivas.
Una de estos grupos perdidos son los awá. Estos indígenas nómadas de la Amazonia brasileña han sufrido en las últimas décadas el continuo hostigamiento de las partidas madereras que buscan hacerse con los mejores ejemplares de caoba y cedro, dos especies arbóreas que crecen en abundancia justo en el territorio estipulado por el Gobierno brasileño para que viva este pueblo.
A pesar de que la Justicia brasileña les ha dado la razón en sus reclamaciones territoriales en la región de Maranhao, los 60 miembros awá que aún no han sido contactados viven amenazados por la constante llegada de los bulldozer a la zona que terminan con los recursos naturales de los que dependen. Además, y de forma irónica, los awá se han visto obligados a emigrar a zonas cada vez más remotas del Amazonas por un proyecto minero subvencionado por la Unión Europea y el Banco Mundial, dos instituciones que reconocen, en teoría, los derechos de estas minorías étnicas.
Otra de las tribus indígenas más amenazadas son los akuntsu, de los que apenas sobreviven media docena de individuos y que fueron contactados por primera vez en 1995. Este pueblo, oriundo del estado selvático de Rondonia, ha visto como en los últimos años los terratenientes locales les han perseguido y asesinado con el objetivo de robarles sus tierras para su posterior explotación. La desaparición de este pueblo no sólo sería una tragedia humana, sino también cultural puesto que su lengua está siendo estudiada por lingüistas debido a su antigüedad y complejidad.
Especial repercusión en los medios de comunicación ha tenido el conocido como 'Hombre del agujero', un individuo, el último de su tribu, que vaga por la selva evitando cualquier contacto con el hombre civilizado.
Quizás, el drama más grande que viven estos pueblos indígenas se encuentre en el Amazonas peruano. A los indios que viven en esta región (unos 3.000 divididos en 14 pueblos) no se les reconocen los mismos derechos que al resto de peruanos e, incluso, su existencia ha llegado a ser negada por las autoridades que los tachan de ser meras invenciones ecologistas para frenar los proyectos petrolíferos en la zona.
Además, los nukak, los enawene nawe, los totobiegosode, los piranha o los yanomamitambién se encuentran en grave peligro de extinción en Suramérica.
En tierra de nadie
Otra zona hostil para las tribus indígenas son las islas de Andamán. En este gran archipiélago, situado a 1.500 kilómetros al este del subcontinente indio, viven algunas de las comunidades más ancestrales del planeta. Todas tienen como origen la misma raíz étnica, la granandamanese, y, aunque las diferencias culturales son notables, las cinco tribus predominantes mantienen un denominador común: el peligro de desaparición.
Sin duda, uno de los pueblos más amenazados del archipiélago son los onge. Esta tribu, que ha visto como su territorio disminuía hasta un tercio de su tamaño original, está formado por apenas un centenar de miembros. El drama particular de los onge, que se autodenominan “personas perfectas”, proviene de la escasez de jabalíes, animal clave en su sociedad, por el expolio que ha sufrido su entorno.
Los jarawa, un pueblo nómada de apenas 200 individuos y que fue contactado por primera vez en 1998, es otra de las tribus que corren serio peligro de desaparecer en los próximos años. Su principal amenaza es la paulatina, pero inexorable invasión de sus tierras por parte de terratenientes y turistas, lo que les supone, no sólo la pérdida de su entorno, sino también el entrar en contacto con enfermedades para las que no son inmunes.
Por su parte, los sentineleses, apenas 70 cazadores-recolectores originarios de la isla de Sentinel del Norte, han vivido los continuos intentos de las autoridades indias por adaptarlos a las costumbres ’civilizadas’ sin que se hayan logrado grandes éxitos. Tal es el caso de los granandamanenses, de los que apenas sobreviven medio centenar, que han sido trasladados a la fuerza lejos de su territorio original con el fin de hacerlos dependientes de la ayuda gubernamental.
Hay que recordar que India es el país con más dialectos del mundo, pero que muchos de ellos están al borde de la extinción, puesto que sólo los hablan unas pocas personas que, tras su muerte, verán desaparecer un valioso legado cultural. Un dramático ejemplo es el de la etnia bo, una comunidad con más de 65.000 años de antigüedad. La pasada semana murió la última representante de esta tribu que había vivido los últimos 15 años sin poder hablar en su lengua materna puesto que nadie conocía su dialecto.
Papua, territorio caníbal
En el sudeste asiático, al norte de Australia, se encuentra la isla de Nueva Guinea. Este gigantesco promontorio tropical alberga varias de las tribus más aisladas y salvajes del planeta. Tal es el caso de los korowai, una comunidad que vive en gigantescas chozas construidas en las copas de los árboles. Además, se cree que estos indígenas, antaño temidos por su hostilidad, aún practican el canibalismo ritual.
Más al noroeste, en la isla filipina de Palawan, sobreviven los batak. Esta comunidad ancestral, de la que apenas quedan 300 individuos, depende de la pesca, la caza y sus cultivos y ha sido víctima de una durísima persecución en los últimos años por parte de los terratenientes locales. A pesar de que Manila ha intentado integrarles en la sociedad filipina, el plan ha resultado un completo fracaso y la población batak se ha visto diezmada por las epidemias de malaria, sarampión, gripe o tuberculosis, la alta mortalidad infantil y la baja natalidad.
Innumerables amenazas
Pero, ¿cuáles son los principales peligros que acechan a las tribus perdidas? En primer lugar, cabe destacar la invasión territorial, sobretodo en la cuenca amazónica, como el gran motivo de la drástica desaparición de estos pueblos a los que se les niegan o ignoran sus derechos.
Las empresas madereras y ganaderas contratan a pistoleros que se adentran en la selva con el fin de encontrar, amedrentar y, en algunos casos, aniquilar a los indígenas para hacerse con sus tierras. En el caso del Amazonas, esta lucha gira en torno a la explotación de la caoba, también conocida como el ’oro rojo’, y que tiene una gran demanda en el mercado internacional.
Pero esta situación, una lucha de David contra Goliath, está cambiando poco a poco. "Las empresas cuidan su imagen cada vez más y no quieren que se les vincule con este tipo de crímenes. Si bien es cierto que aún queda mucho por hacer, cada vez les resulta más difícil", señala Laura de Luis.
Por otra parte, la deforestación o la construcción de presas está provocando que la selva disminuya, y con ella, los territorios salvajes. La gran mayoría de estas extensiones se dedica a la explotación ganadera o agrícola (con especial mención a la soja, un auténtico drama en Brasil). Esta invasión sin control tiene otras consecuencias, puesto que quemar la selva equivale al 20 por ciento de las emisiones de Co2 de todo el planeta, más que todos los coches y aviones del mundo juntos.
Además, el racismo es otra de las causas de la desaparición indígena. "En muchos lugares se les tacha de vagos, salvajes, primitivos o retrasados, pero tienen el derecho a vivir en su propia tierra y como crean conveniente", denuncia de Luis que añade que "si bien es cierto que sus conocimientos tecnológicos están a años luz de los nuestros, sus conocimientos naturales son excepcionales".
Las enfermedades están diezmando la población indígena. Al no haber sido contactados hasta hace pocos años, la mayoría de ellos están totalmente desprotegidos ante enfermedades que para nosotros son tratables, pero que para ellos son devastadoras. De este modo, los colonos fuerzan los encuentros, engañándoles con golosinas envenenadas u otra clase de tretas, para contagiarles enfermedades como la malaria o la gripe. Se calcula que, de las tribus contactadas en la última década, al menos el 50 por ciento de sus miembros han muerto por enfermedades del mundo civilizado.
De Luis opina que "el legado cultural de estas comunidades no es para nosotros sino para ellos. Tienen todo el derecho a vivir en sus tierras y, en el caso de los pueblos no contactados, ellos saben dónde estamos y, cuando quieran saber de nosotros, nos encontrarán. Hasta entonces, tenemos que dejarles vivir en paz".